Un deseo a las estrellas
Yo pensaba que a las cinco de la mañana ya no había estrellas, que el amanecer estaba tan cerca que dejaban de brillar para darle lugar al sol. Pero no. Me desperté agitada a las cinco y media de la mañana. Con el corazón triste y la mente vacía. Desde hace mucho no me despertaba a esa hora. Ya no tenía sueño, el sentimiento resonaba en mi pecho.
¿Qué podía hacer tan temprano? ¿Tarea? Que flojera. ¿Ejercicio? No. ¿Llorar? Ya había llorado mucho. ¿Ver el celular? No. Bueno pues, decidí ir al único lugar que me da serenidad. Me senté en la cama, frente a la ventana, a mirar el cielo y oh, sorpresa: muchas estrellas, incluso más que la noche anterior. Estrellas blancas y brillantes, como escarcha sobre un fomi negro.
La brisa de aire fresca e invisible se coló a mi habitación. Entonces recordé lo que alguien muy especial me había dicho una vez cuando también contemplamos la noche recostados en el césped: "Así es la fe y Dios, como el aire que no lo ves pero lo sientes". Sus palabras resonaron en mi mente y extrañé esos instantes. Cuando lo dijo en su momento, quedé maravillada. Que razón tenía pero que dificultad. Sentir a Diosito en la tempestad, en la soledad, en la oscuridad.
Es difícil dejarle nuestra vida pero más difícil aceptar lo que sucede. Jamás me había sentido así, como si una parte de mi faltará, como si mi corazón hubiera dejado uno de sus pedazos en algún lugar y se hubiera quedado ahí para siempre. Había marcado mi vida y esas marcas no se podían quitar. En cierta parte, sentía que lo había regado todo y chin, ya no había vuelta atrás. Pero por otra parte, sentía que me había puesto a mi primero, que tenía que ser sincera, que necesitaba mejorar yo para darme a los demás. Llegué a la conclusión que si no me ponía yo primero, me iba a perder más lo que sentía que ya mi yo se estaba desvaneciendo y no iba a ser justo para nadie, iba a terminar peor para los dos. Además, algo sobre mí no estaba saliendo como yo quería y eso me causaba tristeza. Yo deseaba que mi sentir en ese momento fuera diferente pero por ahora no era así y lloraba.
Hay decisiones que duelen al corazón pero calman al alma, había leído alguna vez y jamás le había tomado sentido hasta ahora.
Quizás fue una decisión impulsiva por la cuarentena y eso me hizo sentir mal, ahí el principal error: “En tiempos de desolación, no hacer cambios”. Chin, fue un pésimo momento para tomar la decisión. Pero por otro lado, descubrí que había emociones que por más que mi interior dijera, mi cuerpo externaba otras y tenía que hacer caso también a eso. Pero como quiera, chin.
Entonces, esta madrugada, levanté la mirada para contemplar las estrellas otra vez y mi mente se llenó de muchos recuerdos y sentimientos. Nunca nos damos cuenta de la importancia de un momento hasta que se convierte en recuerdo. Entonces vi una estrella muy brillante del lado izquierdo del cielo. ¿Por qué, Dios? ¿Por qué me sentía así pero al mismo tiempo había tantas casualidades? ¿Por qué?
Confirmo la frase que nadie nunca entiende sus planes.
Confirmo la frase que nadie nunca entiende sus planes.
Observé la estrella y le pedí otra vez que aquella persona fuera feliz, que estuviera bien, como aquella noche que vimos pasar una estrella fugaz, mi único deseo ahí fue: “Deseo que él sea feliz. Pase lo que pase que sea muy muy feliz.” Ese día, anoté ese deseo en un papelito y lo eché en una cajita que tengo en mi casa.
Esa persona fue una lucesita increíble en momentos oportunos, es una estrella con pies y cabeza que brilla y brilla sin parar, que a pesar de que a veces anochezca, brilla muy fuerte. Fue la respuesta de que Dios contesta y le agradecía al Señor por toparnos en la vida, por su presencia, por sus enseñanzas, por su alegría y su espontaneidad. Su luz se quedaría en la memoria de mi corazón.
Esa persona fue una lucesita increíble en momentos oportunos, es una estrella con pies y cabeza que brilla y brilla sin parar, que a pesar de que a veces anochezca, brilla muy fuerte. Fue la respuesta de que Dios contesta y le agradecía al Señor por toparnos en la vida, por su presencia, por sus enseñanzas, por su alegría y su espontaneidad. Su luz se quedaría en la memoria de mi corazón.
Y esta madrugada, agradezco por todo, por su confianza, porque fue parte de mi vida y vino a revolucionarla, porque me compartió de él, porque me dio la oportunidad de conocerlo y se dio la oportunidad de conocerme, porque crecimos juntos… las estrellas que iluminaban mi noche eran las mismas que iluminaban la de él en otro lugar.
No sé que pasaría en adelante, cómo serían las cosas o qué pasaría en el futuro, una incertidumbre pintada de miedo, decorada con ansia. Pero cometí un error desde el año pasado que era tratar de manejar las cosas a mi manera y controlar lo que sucedía en mi vida. Dejé que la tristeza se fuera adueñando de mi corazón y ello afectó mi percepción en cada una de las dimensiones de mi vida.
Al final de todo aprendí que realmente sí debo actuar en la vida, pero dejar que las cosas fluyan, no forzar nada, no acelerar mi cabeza hacia el futuro sino aterrizarla al presente y esperar con emoción lo que se va a ir construyendo con muchos presentes. Aprendí que en la oscuridad, las estrellas son las que buscan decorar un poquito al cielo. Dolía que la situación acabará de esa manera, pero por el momento era lo que era. Dolía perder esos momentos. Dolía saber que él podía estar triste. Sí dolía. Me disculpé con las estrellas para que le enviarán mi perdón hasta su ventana. Una disculpa de corazón. Cuánto hubiera dado por un último abrazo, o haberle demostrado más mi cariño. Sin embargo, desde el principio sabía que era un riesgo que íbamos a tomar, y me daba miedo que saliera mal pero me daba más miedo no tomar el riesgo y ni siquiera intentarlo. Y lo intenté.
Ahora sí, en adelante, me voy a dejar confiar en los brazos de Jesús. Me había comprobado toda la vida que cuando Él está presente en mi vida, las cosas (aunque todo mal) se sobrellevan bien. No sé por qué ahora me dio tanto miedo y decidí que yo llevaría riendas de mi vida, se las daré a Jesús, y seguiré viviendo a mi manera, tomando mis decisiones pero confiando y no estresandome por solucionar todo. Acepto mis errores y mis equivocaciones en la situación, pero ellos se transformaron aprendizajes. Por querer hacer todo bien y cuidar mis pasos, me caí en el camino. Pero por ahora estoy tranquila, podría volver a levantarme.
Si Dios tiene su plan, las cosas se van a acomodar. Sino, también.
Y bueno, así como a las cinco de la mañana brillan las estrellas, así podremos volver a brillar. Incluso en la oscuridad de la madrugada, en la ausencia de luz, en la negrura espesa… somos estrellas que siguen brillando a su manera. Y aunque lejos o cerca, seguiremos compartiendo el mismo cielo. Y a él, le estaría eternamente agradecida por todo, todo.
A las cinco de la mañana no pasó ninguna estrella fugaz, pero sí muchas y muchas estrellas fijas que llenaban el cielo y sé que ellas me escucharon: “Deseo que sea feliz, que sea muy feliz y Dios cuide de su corazón”.
Confío en Dios que las cosas saldrán mejor.
Finalmente, la oración que tanto rezaba en otoño 2019 nunca la aplique porque yo trataba de arreglar todo, y por casualidad, alguien me la mandó ayer. Llegó justo en el momento indicado y dije: Ahora sí, Jesús en ti confío.
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